Aparecísteis en mi calle un día, no se quien eran tus papás, ni tus amos, si los tuviste, mejor que no, abandonar en la calle cinco criaturitas recién nacidas es imperdonable y un trauma insuperable para su madre. El único consuelo es que ya sabíais comer. Dos hermanitos tuyos estaban tan enfertmos y desnutridos, que me los llevé a casa por si podía salvarlos, pero fue imposible, murieron en mis brazos, pocos días después... Eráis los cinco iguales, nunca había visto esto, siempre observo alguna diferencia, aunque atigrados teníais un color gris azulado como el plomo, o la plata... Pocás semanas después de morir tus dos hermanos, vi a otro con la cabeza aplastada por la rueda de un coche, en medio de la calzada... Solo quedabais dos de cinco.
No se que pasó contigo, de repente dejáste de crecer, creí que también te irías, y aunque te alimentaba en un gran solar, con permiso de sus dueños, a tí y otros gatos, que como tu fueron abandonados, te traía cosas especiales, pero adelgazabas por momentos y aunque tu hermano crecía, tu permanecías pequeñita, mirándome con tus ojitos azules y pidiéndome más comida... Otro día, volvíste a engordar, quedaron tus patitas cortitas, pero tu pelo brillaba y parecías curada del todo... Desde entonces, a diario he podido cuidarte todas las noches con comida blanda y dejando pienso para todo el día, mientras gozaba de tu mirada agradecida.
Ayer te ví por última vez, to ojo derecho totalmente fuera de su órbita mientras aún parecías mirarme con el izquierdo, aún tu cuerpecito peueño estaba blandito, y descubrí, que habías sido madre hace muy poco tiempo, por tus tetitas... Ya no podrás alimentar a tus hijos, mi pequeña. Si pudiera encontrarlos, los salvaría, pero ni los oigo... Tal vez otra gata los adopte, tal vez sirvan de alimento a otras crías... Tal vez tu hermano, al que llamo Platón, pueda salvarlos.
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Veo miles de gatos cada año, pero te aseguro que a tí, te recordaré siempre
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